De profesión: fontanero

En un discurso actualmente plagado de macro diseños organizativos, transformaciones varias y sabidurías difíciles, un servidor se plantea cuál es realmente su ocupación al sentirse totalmente fuera de lugar entre tanto sabio, protogurú y metagurú de las organizaciones. Y cavilando, cavilando he llegado a la feliz conclusión de que este sentirme ajeno se debe a que, realmente, lo que yo soy es un humilde fontanero organizativo entre mucho arquitecto.

Eso sí, humilde pero bueno que lo cortés no quita lo valiente. Que uno es un profesional y procura que a la organización no le salgan humedades después de la reparación y que, en el caso de abrir una brecha en la pared, hace lo imposible para no cargarse las baldosas, no sea que no se encuentren de repuesto y los habitantes de la casa les tengan un especial cariño o les recuerden a tiempos que no quieren olvidar.
¡Ei! y que hay garantía. Que se ha de comprobar que la reparación funciona y que conviene pasarse de vez en cuando por la casa para ver cómo está el tema, que en este mundo no hay nada que dure para siempre…
Conviene advertir que soy del tipo de fontanero de los de verdad, eso es que lee y se informa sobre nuevos materiales y tendencias para aconsejar si se ve conveniente… ¿qué puede saber el cliente sobre esto? ¡Para esto está uno! Aunque, la verdad sea dicha, no se encuentra de todo en todas partes y al final te has de apañar con lo que tienes más a mano para dejar una organización matizada en la que se pueda vivir.
Y, aunque admiro y respeto a todos est@s arquitect@s con los que me encuentro, con este porte y estos planos tan bonitos, tan difíciles y esta forma de hablar tan y tan bien que hasta te cuesta entenderlos, yo me siento muy a gusto con lo que hago y es que es un placer ver cómo fluye la información [o lo que sea que tenga que fluir] cuando les das a la llave de paso, y notas el alivio del cliente, …vaya, que no está nada mal eso de ser fontanero, hasta lo pueden entender tus hijos…

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